Un lapsus, comienzo a escribir tropezando… ya de entrada el caos, el furcio. Al iniciar la escrito, elijo como título provisorio “construcción de caos clínicos” en lugar de “construcción de casos clínicos”. Para poder avanzar, me resulta importante detenerme en el desorden que me proponen estas palabras: el caos. Lo primero que se me ocurre, aplicando un poco la asociación-no tan-libre, es el caos que representa un análisis, un caos del que nos hacemos cargo cuando decidimos dar el salto y golpear a la puerta de un analista. Un caos que es de uno y al que se invita a quien se le supone saber para que ayude a esclarecerlo, a ordenarlo, a entenderlo. Y si lo leo desde la otra orilla, está el analista, ese que se supone que sabe, quien recibe el caos, y, desde la escucha y la palabra, intentará un orden. Es decir que, el caos se mire desde donde se mire, está presente desde el inicio. También a la hora de construir un caso, de escribirlo, es importante conseguir un orden, una estructura, encontrar una lógica.
En 1937, Freud escribe el texto “Construcciones en análisis”, y allí despliega una curiosa comparación entre el trabajo del analista y el trabajo del arqueólogo. Dice que este último exhuma hogares o monumentos destruidos y sepultados, mientras que el analista trabaja con algo aún vivo, aunque del mismo modo que el arqueólogo, parte de lo que ha quedado en pie para deducir y llegar a determinar ciertas características de lo que antes había allí. El analista procede a extraer conclusiones de pedazos de recuerdos, aún activos, del analizado, en tanto quiere establecer la prehistoria. El analista al igual que el arqueólogo, busca entre los restos, en un intento de recuperación.

Al escribir el siguiente texto, pretendo recortar, seleccionar y dar cuenta así de un mapa posible sobre un síntoma. Seleccionando aquello que puede indicar un norte, aquellos destellos del discurso en los primeros pasos de un análisis, articulando el contenido de la teoría con mi breve experiencia profesional. Pero, además, es un intento de transmitir o reflejar algo de la práctica, de por sí intransmisible, tomando el caso como medio para dicha transmisión. Es un intento de recuperar, en palabras, algo de aquello que, por momentos, cae del lado de lo inefable.
Ahora ¿qué es construir un caso? Escribiré el siguiente ensayo a la luz del libro de Enric Berenguer (2018): “¿Como se construye un caso?”.
Una construcción del analista ⬌ Una construcción del analizante
Me atrevo a decir que la construcción de un caso es un intento de hallarle una lógica al caos. Como dice el autor: “construir un caso es la biografía de una cura, en la que no se sabe todo, solo lo justo, en la que no todo es significativo en el mismo momento”. Agrega que el primer paso en la construcción de casos consiste en escuchar lo que alguien nos viene a decir, una construcción que ya está hecha, aunque el principal implicado no lo sepa aún, quien habla lo hace desde cierta distancia, cierto desconocimiento, tal vez. Esa construcción le hace interpretar lo que le pasa, lo que ha vivido, llega con ciertas ideas e identificaciones solidificadas, es una elaboración propia. Y añade que el mapa con el que se orienta el analista debe incluir esto, lo anterior, pero también debe ir más allá. Se trata de una “traducción nueva”, e incluso así, habrá blancos que permanecerán, blancos que necesitan coordenadas. Es poder ubicar, poder nombrar, de la mejor manera, estas construcciones del sujeto.
La interpretación del analista cobra importancia protagónica al momento de pensar en una construcción de caso. Incluye, pero excede la construcción que pueda hacer el analizante, aunque deberían estar cerca. La interpretación o construcción del analista debe tener cierta característica de exterioridad, ser parte, pero sin serlo, lo éxtimo de su función, producción que no es de él, pero no es sin él. Además, soportando o incluyendo la inconsistencia de aquello que no tiene sentido, ni explicación. Aquello que puede quedar como un laberinto sin salida, un jeroglífico sin traducir, tal vez de manera momentánea y temporal, tal vez de manera más duradera. Pero el analista construye aun con ese interrogante. Pienso que construir un caso es poder hacer un recorrido de algo imposible de transmitir en su totalidad, recorrido al que le faltan tramos, pero que es fundamental en la función y formación de un analista. Es desarmar para volver a hilar algo desde cierta lógica.
Intentaré pesquisar en la siguiente viñeta, o mejor dicho escuchar, algunos indicios y signos, para pensar el lugar que el sujeto ha tomado en este partido, que es el suyo, su caos. Trataré de reflejar acontecimientos y momentos, que son señales de algo nuevo en su trayectoria analítica, y que es un punto de referencia en la escritura del caso. Freud (1937), en “Construcciones en el análisis” nos dice también que el analista pone en valor una pieza de construcción y la comunica al analizado para que ejerza efecto sobre él, y luego construye otra pieza a partir del nuevo material que surge, y esta alternancia de resignificaciones sigue hasta el final. Una reconstrucción, una reescritura que, mediante el completamiento y la ensambladura de restos conservados, irá haciendo de la historia del sujeto un caso.
Viñeta I: esperar el tropiezo
G es un hombre joven, asegura que su mayor preocupación son los ataques de pánico que tiene hace años y, que cada vez más, le impiden realizar cosas. Menciona un acontecimiento muy importante que marcará un antes y un después en su vida y la de su familia, una bisagra: durante la pubertad de G, su madre tuvo un accidente grave, por lo que, precisó meses de rehabilitación y varias cirugías. Situación que representó para su familia una crisis en muchos sentidos. Él dice: “yo tuve dos versiones de mi madre, una antes del accidente: una madre muy amorosa, yo era todo para ella. Y otro después, una madre que me odiaba”.
Los ataques de pánico iniciaron más tarde, cuando se fue a estudiar a otra ciudad. Desde entonces convive con estos síntomas. Por lo que, hace unos dos años consultó a un psiquiatra que lo ha medicado, pero eso no ha calmado el malestar.
Relata una y otra vez situaciones de su infancia. Como el tener que ser cuidador de su madre siendo aún un niño y la marcada ausencia de su padre por cuestiones de trabajo. Llegó a expresar en medio de su historia que, si su madre hubiese muerto, las cosas serían más fáciles para él.
Este hecho y acontecimiento biográfico no cobró durante meses otro estatuto más que eso: un acontecimiento para contarme, sin angustia ni expresión de nada. Solo un relato neutro. Parecía que no podía moverse de ahí, ni implicarse. Era una narración muy florida de todos los sucesos. Pero de G, no se escuchaba nada. Eran sólo anécdotas.
Decido controlar con mi analista en el momento en que G menciona que ha tenido una semana “muy tranquila y normal, con los ataques de pánico de siempre”. Esto me genera preocupación, y a la vez cierta frustración. Escuchar la naturalización de su malestar me hizo encender una alarma, pasaban los meses y no había ningún movimiento, ninguna señal de mejoría. En el control la analista me dice: “Falta el tropiezo, el sueño, su inconsciente tiene que acusar recibo. Tiene que aparecer él. Espéralo. Ya va a llegar”.
Entonces era cuestión de tiempo.
Me parece importante pensar el factor tiempo en la construcción, tanto la del sujeto como la del analista. No es sin tiempo que el sujeto puede armar parte del rompecabezas, de su propia historia, ni tampoco es sin tiempo que el analista puede escribir el caso. Construirlo.
En una sesión, varios encuentros después: el lapsus.
G dijo: “siempre me pregunto cómo hubiera sido mi vida si no hubiera pasado nada de lo que pasó. Desde que tuve el accidente todo cambió”.
A lo que le pregunto: ¿Quién tuvo el accidente?
Se queda en silencio un momento. Y agrega: “siento que el que sufrió todas las consecuencias de ese accidente fui yo. Como si yo lo hubiera tenido. Tuve que pasar de ser el niño tan querido y mimado, a tener miedo en mi propia casa y querer escaparme todo el tiempo de ahí”
Transferencia de trabajo
Tomando lo anterior, la instancia de control, me parece importante destacar el trabajo con otros, desde la supervisión hasta la presentación de un caso en algún espacio compartido entre colegas. La importancia de lo colectivo en psicoanálisis es algo que voy descubriendo poco a poco en mi práctica. El trabajo del analista es solitario, y es parte de ese trabajo provocar el encuentro, fomentar el lazo, el debate, el intercambio.
“Cuatro oídos oyen más que dos”: pienso que el control y el diálogo con colegas puede ser una brújula importante, un éxtimo que interrumpe el par analista-analizante, con el fin de marcar aquellos puntos “norte” en la orientación de la cura. Compartir el caso con otros es un modo posible de instruirnos. Dice M.H. Cárdenas (2023) en “Construcciones sobre lo imposible”: “el analista expone su acto en su construcción de caso”. Me hace pensar en la importancia y el riesgo de exponer a nombre propio frente a la comunidad de colegas. Exponer no sólo los puntos de hallazgos, sino también los puntos ciegos del caso. Aquello que queda sin esclarecer y se mantiene como interrogante.
Por último, no debemos perder de vista otra instancia importante del lazo psicoanalítico: el propio análisis, donde el practicante es enseñado, espacio en el que la praxis se vivencia y también desde donde escuchará a sus analizantes: una de las patas que apuntalará su trabajo.
Viñeta II: el invento
Actualmente, a G le va bien, es muy astuto con los negocios y tiene buena perspectiva mercantil. Su padre siempre ha querido que trabaje con él. Sin embargo, G nunca se vio interesado, el vínculo con su padre es bastante distante y hostil. Una persona muy prejuiciosa, a su decir, y que nunca comprendió lo que le sucedía a G, siempre le refutaba “te falta trabajar más y vas a ver cómo se te pasan esos ataques de pánico”.
Un día G dijo: “Me gusta mucho lo que hago hoy, y si no fuera por los ataques de pánico, yo estaría trabajando con mi padre. Los ataques de pánico me salvaron, porque yo estaba tan mal que no podía permanecer en un lugar mucho tiempo y por eso no acepté entrar a la empresa”.
A lo que respondo: “podemos empezar a entender el para qué te sirvieron los ataques de pánico y las salidas que ahora puedes encontrar sin huir” … y finalizo la sesión.
E. Berenguer nos dice que el gran reto es construir el caso tomando en consideración los tipos de síntomas, asumiendo la forma en que cada sujeto se posiciona en ellos, es decir, el modo en que cada uno es en su síntoma. Pero también algo muy importante en lo que debemos detenernos: el uso que el sujeto hace de su síntoma, sus manipulaciones, sus inventos, aquello que aísla para hablar, el recorte que hace en su discurso, lo que dice y transmite en su propia queja, su propia novela. Podemos empezar a pensar la dimensión del goce implícita en este aspecto, ya que se trabaja con un sujeto activo, que hace un uso del síntoma, y agregaría, un uso “a su gusto y conveniencia”.
Tomaré del autor una frase que resume la posición desde la cual el analista escucha al analizante: “la aventura de un sujeto, algo absolutamente incomparable”. Me parece una referencia muy sugerente para completar la idea anterior. Invita a pensar en la singularidad de cada caso, el hacer de cada uno, el cómo vive cada sujeto su síntoma, su malestar, que a la vez representa la imposibilidad de una generalización en el formato de la construcción de un caso. “Incluir la dimensión de lo único”, nos dice.
Es importante destacar que la teoría es un recurso necesario en la elaboración. Sin embargo, el uso que hacemos de la misma no debe ser para colmar de sentido, sino para alumbrar el camino, marcar el rumbo, para orientar. La teoría es una forma de nombrar, de localizar, de ubicar, no solo lo que funciona, sino también lo que no. Sirve para organizar, para ordenar. E. Berenguer habla de la posición prudente que debemos tener en relación a la teoría, como aquello que muestra y vela a la vez. Sirve de faro, pero no lo muestra todo. Precisamente porque lo inédito cae del lado de la solución singular de cada sujeto. La teoría de la que el analista se sirve siempre manteniendo la distancia que evita el forzamiento.
Conclusiones vivas, pensadas para no concluir
La historia del sujeto es única en su singularidad, es un recorrido definido por sus divinos detalles, aquellos en los que el analista se detiene para pensar la lógica de un análisis.
Brodsky (2023) en “Construcciones sobre lo imposible”, menciona lo inolvidable del caso, como aquello que marca la diferencia, más allá del fantasma, la transferencia, el síntoma, entre otras categorías conocidas e importantes, pero que se repiten en cada caso y que hasta podemos pensarlo como aquello heredado, lo estandarizado. Ella propone ir por lo intrascendente, por aquello mínimo que pareciera no tener relevancia. Plantea poner el foco y detenernos ahí. Pienso que este punto marca la diferencia entre un caso y otro. Detenernos en estos rasgos y detalles, es lo que hace a la diversidad y al aprendizaje en acto. El movimiento del caso clínico al caso único.
Considero que el caso es un modo de transmisión del camino, del recorrido de la práctica, y que no tiene como intención transmitir un know how, un saber hacer de la práctica como si hubiera un molde, sino más bien es un modo de transmitir un saber particular, de cada practicante respecto de un caso concreto. Esto es posible en la medida en que cada caso es uno y siempre nuevo, hecho de trozos singulares. Cada caso como pieza suelta. Creo que es importante destacar en este punto: la indispensable exposición del analista, el hecho de tomar la palabra con el atrevimiento necesario para mostrar el camino hecho, asumiendo el riesgo de exhibir las decisiones que fueron delineando la carretera en la aventura del análisis, y la humildad de hacer lugar a lo no sabido. Exponer es no sólo hablar de los puntos de hallazgos asertivos, de lo “exitoso”, sino también los puntos ciegos del caso, es hablar de su discontinuidad.
El camino del analista es un camino vivo, que se hace y se define en su propia experiencia que no es sin movimiento, traccionado, sin dudas, por el deseo. Es un trabajo artesanal “hecho a mano”. Trabajo que produce fragmentos únicos, piezas genuinas. Por esto, la posición del analista frente a un caso es, cada vez, como si fuera la primera vez.
No podríamos pensar un sujeto sin el caos, por eso recibirlo y asumirlo es condición para un análisis. Ordenar singularmente este caos, es una buena manera de definir la construcción de un caso.
Referencias
Berenguer. E. (2018) ¿Cómo se construye un caso? Seminario teórico y clínico. Barcelona, NED ediciones.
Freud, S. (1937) Construcciones en el análisis. Tomo XXIII. Buenos Aires, Amorrortu editores.
Viganó, Ana. (2023) Construcciones sobre lo imposible. Los casos clínicos en la orientación lacaniana. Buenos Aires, Grama.

