“Para mí, la única ciencia verdadera, seria, a seguir, es la ciencia ficción. La otra, la oficial, que levanta sus altares en los laboratorios, avanza a ciegas, sin meta. Y comienza a tener miedo hasta de su propia sombra.”
— Lacan, en la entrevista de Panorama, 1974.
En la estructura misma de lo humano habita un deseo de reconocerse. Freud retoma de la Poética de Aristóteles la idea de anagnórisis, el momento dramático del reconocimiento que devuelve sentido a lo perdido o desfigurado. Reconocer es también reencontrar, cerrar la incertidumbre y restaurar una forma de coherencia. Esta lógica se vuelve aún más acentuada en el psicoanálisis: lo que se desea no es simplemente el conocimiento, sino una forma de certeza sobre sí. El reconocimiento es un intento de sutura, es un goce en la ilusión de unidad (Miller, 2009).


