La sabiduría oriental ha captado el interés de varios analistas posfreudianos. Así fue para Jacques Lacan con el pensamiento y la escritura china, o el budismo, especialmente en su corriente zen. El estilo de su enseñanza es parecido a la del maestro zen, que no propone un sistema de pensamiento cerrado, sino vivo. Como referencia está, por supuesto, nada menos que el pasaje de apertura tanto del Libro 1 de El seminario como de todos los demás que Lacan enseñará:
El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada. Así procede, en la técnica zen, el maestro budista en la búsqueda del sentido. A los alumnos les toca buscar la respuesta a sus propias preguntas. El maestro no enseña ex cathedra una ciencia ya constituida, da la respuesta cuando los alumnos están a punto de encontrarla. Esta enseñanza es un rechazo de todo sistema. Descubre un pensamiento en movimiento: que, sin embargo, se presta al sistema, ya que necesariamente presenta una faz dogmática. El pensamiento de Freud está abierto a revisión. Reducirlo a palabras gastadas es un error. Cada noción posee en él vida propia. Esto precisamente es lo que se llama dialéctica. (Lacan, 1953, p. 11)



